Estoy seriamente preocupado porque si no hay una decisión firme del Estado y todos los que componemos el mundo fútbol, no creo que pueda llegar a ser lo mismo. Es gente violenta, que tiene ganas de delinquir o está marginada, encuentra en el fútbol un lugar para hacer locuras.
Se veía venir porque el año pasado ocurrió algo parecido. Había rumores por algunos comentarios en redes sociales. De todas maneras, cuando uno va con ganas de romper todo, ¿cómo lo frenás? Porque después te tildan de represor, es la ley de la selva. Sólo queda resignarnos.
A veces son los mismos directivos los que le dan un carácter institucional. Se hacen cómplices de los hinchas cargando a los clubes que descienden. Hay rangos, y eso está estipulado en las maneras de actuar. No hay posibilidad de que vuelvan los hinchas visitantes, hasta hay cierta fascinación con estos “rituales”.
Creo que este tipo de cosas ya se ha impregnado en el argentino, no sólo en el futbolero. Hay una degradación cultural muy importante que hace que esta clase de acciones se vean cotidianas.
Me llama la atención el Estado, que usa al fútbol como medio de propaganda, pero después no se compromete para mejorarlo, perfeccionarlo y darle una forma adecuada para un espectáculo deportivo.